Las autoridades de nuestro sector dirán sin ambages que Lorem Ipsum es ese enorme no al que hay que renunciar para siempre. No tan rápido, diría yo, hay algunos factores redentores a favor del texto griego, ya que su uso no es más que el síntoma de un problema peor a tener en cuenta se mantiene firme en la idea de que el diseño.
Es irreal, extraño, te hace preguntarte si algo va mal, parece buscar tu atención por todas las razones equivocadas. Solemos preferir lo auténtico, el vino sin conservantes a base de azufre, la mantequilla de verdad, no la margarina, y por eso nos gustaría que nuestras maquetas y diseños estuvieran llenos de palabras reales, de pensamientos que cuenten, de información que tenga valor.
Eso no es tan malo, hay copia falsa al rescate. Pero peor aún, ¿qué pasa si el pez no cabe en la lata, el pie es demasiado grande para la bota? ¿O demasiado pequeño? Frases demasiado cortas, demasiados títulos, imágenes demasiado grandes para el diseño propuesto, o demasiado pequeñas, o que encajan pero tienen un aspecto dudoso por razones que los asistentes a la reunión no pueden apreciar ahora mismo, pero que, de alguna manera, no les satisfacen. Un cliente descontento por una razón es un problema, un cliente descontento aunque no sepa por qué es peor.
Lo más probable es que no haya habido colaboración, comunicación y puntos de control, que no se haya acordado o especificado un proceso con la granularidad necesaria. Es una estrategia de contenidos que se ha torcido desde el principio. Evitar el uso de Lorem Ipsum no habría ayudado, no ayudará ahora. Es como decir que eres un mal diseñador, usa menos negrita, no uses cursiva cada dos párrafos. Es cierto, pero eso no es todo lo que hace falta para que las cosas vuelvan a su cauce.
Defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste, lucharemos en las playas, lucharemos en los desembarcaderos, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas; nunca nos rendiremos.
Winston Churchill
Hay mucho odio por un texto que no es más que palabras confusas en una lengua antigua. Los aldeanos se lanzan con saña a por ese Frankenstein, empuñando antorchas y horcas, deseando, como mínimo, alquitranarlo y emplumarlo, echándolo del pueblo avergonzados.